miércoles, 31 de agosto de 2016

026 – ADAPTANDO MI MICROBIOTA

Los indígenas, incluso los primitivos, son gente limpia. Se bañan diariamente al menos una vez. No pueden evitar las parasitosis, incluso las externas como la pediculosis, que afectan más a las mujeres y a los niños y en general a todos aquellos con cabellos largos. Utilizan repelentes y antisépticos naturales pero estos sólo mitigan el problema. El huito es una fruta cuyo jugo se utiliza para teñir de negro el cabello o para trazar líneas negras en la decoración de la piel y es repelente de los insectos. Es ampliamente utilizado. El barbasco contiene rotenona que es también insecticida aunque muy tóxico y hay que manejarlo con cuidado. Los ejemplos abundan.



Los hunikuin tienen hábitos higiénicos adquiridos de nuestra civilización como el cepillado de los dientes o el lavado de las manos después de comer, aunque antes no. En el manejo de los alimentos las costumbres no son muy “occidentales” ni a la hora de cocinarlos ni en su manejo posterior para la ingesta. Se come en colectividad y no se utilizan cubiertos aunque los tengan. Hasta la sopa se toma con los dedos, utilizando el arroz o el plátano para absorber el líquido. Si se prepara una salsa de ají, todos los dedos van a mojar en ella. Es una forma de comunismo microbiótico a la que me sometí superando los escrúpulos en aras de una adaptación al medio microbiano que intuyo beneficiosa personalmente.





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