Los indígenas, incluso los primitivos, son gente limpia. Se
bañan diariamente al menos una vez. No pueden evitar las parasitosis, incluso
las externas como la pediculosis, que afectan más a las mujeres y a los niños y
en general a todos aquellos con cabellos largos. Utilizan repelentes y
antisépticos naturales pero estos sólo mitigan el problema. El huito es una
fruta cuyo jugo se utiliza para teñir de negro el cabello o para trazar líneas
negras en la decoración de la piel y es repelente de los insectos. Es ampliamente utilizado. El barbasco
contiene rotenona que es también insecticida aunque muy tóxico y hay que
manejarlo con cuidado. Los ejemplos abundan.
Los hunikuin tienen hábitos higiénicos adquiridos de nuestra
civilización como el cepillado de los dientes o el lavado de las manos después
de comer, aunque antes no. En el manejo de los alimentos las costumbres no son
muy “occidentales” ni a la hora de cocinarlos ni en su manejo posterior para la
ingesta. Se come en colectividad y no se utilizan cubiertos aunque los tengan.
Hasta la sopa se toma con los dedos, utilizando el arroz o el plátano para
absorber el líquido. Si se prepara una salsa de ají, todos los dedos van a
mojar en ella. Es una forma de comunismo microbiótico a la que me sometí
superando los escrúpulos en aras de una adaptación al medio microbiano que intuyo
beneficiosa personalmente.
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