Llegué a Lima según lo previsto.
Iberia (línea aérea) me recordó que este era un viaje de aventura
cuando en el aeropuerto Jorge Chávez paró la cinta de equipajes y mi
petate no había aparecido. Al parecer viajaba en un vuelo diferente
que llegaría al día siguiente. Me lo llevaron al hotel. ¡Uf!
Lima como siempre: cubierta de nubes
permanentemente, como ya pude observar desde el avión, y un frío
húmedo, aquí es invierno, que se te mete hasta los huesos.
Tuve que comprarme una cazadora nada
más registrarme en el hotel. Afortunadamente los establecimientos
cierran tarde. Eran las nueve y media de la noche.
Lima es la ciudad del claxon. Hay
tráfico permanente y mi habitación es exterior... no sirve ni
contar ovejitas.
El 28 y 29 fueron las Fiestas Patrias.
Festivo total. Sólo abren los restaurantes. Coincidieron con la toma
de posesión del nuevo Presidente de la República, PPK (Pedro Pablo
Kuczynski). El día anterior pude visitar la Plaza de Armas y
acercarme hasta la verja de la Casa de Pizarro (el Palacio
Presidencial), pero el día del acto, el centro histórico estaba
prohibido para los no invitados tres cuadras alrededor del mismo y
debía estar toda la policía de Lima y parte del ejército
custodiando el recinto a juzgar por lo que pude ver cuando al final
de la mañana se permitió un acceso menos restringido: hasta una
cuadra alrededor... pero cualquiera era el guapo que se movía sospechosamente pues
había más uniformados que paisanos y de estos la mitad tenían
aspectos de polis.
Al día siguiente asistí a la Parada
Militar. Entre público y vendedores ambulantes aquello era una
auténtica feria-fiesta. Apenas pude encontrar un sitio desde el que
poder ver algo. Al cabo de una hora me fui. El desfile duró tres.
En la tv del hotel lo pude ver mejor.
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